miércoles, 14 de mayo de 2014

No sólo de papel vive el fotógrafo

¿Por qué debería ser el papel el único soporte posible para que un fotógrafo muestre sus obras?
Meses atrás, cuando decidí comenzar a exhibir mi trabajo con la cámara, me planteé el tema y empecé a pensar en variantes, no simplemente como una forma de hacer algo distinto, sino para reforzar la potencia, la estética y el mensaje de cada imagen.
Inicialmente probé con dos materiales muy diferentes: el vidrio y el acero inoxidable esmerilado. Con el primero buscaba transparencia y profundidad; con el segundo, textura. Para ambos soportes seleccioné las fotos que creí más apropiadas para cada uno.
La primera impresión cuando vi el vidrio no fue la que buscaba: le faltaba, justamente, profundidad. No me convencía, y fui buscando algún complemento. Entonces apoyé el vidrio sobre un espejo, y ahí encontré lo que estaba buscando. Las fotos impresas sobre vidrio eran tres, dos del frente del glaciar Perito Moreno y una de la porción media de la ruta 40, en el norte de Neuquén. Las dos primeras tienen la forma, el color, la profundidad y hasta la sensación de frío del milenario hielo patagónico; la segunda, invita a meterse en una ruta que hace una curva y enfila hacia un destino desconocido... como la vida.
El acero inoxidable, en tanto, regala una textura increíble, dada por el brillo del material y las pequeñas líneas horizontales del esmerilado. Imprimí dos fotos sobre este soporte: un camalotal en el parque nacional Río Pilcomayo, en Formosa, y un bosque de araucarias sobre un cerro amesetado en Villa Pehuenia, Neuquén.
Tanto con el vidrio como con el acero, es imposible plasmar en una foto lo que la obra transmite en vivo. Por eso, aquí subo dos fotos de las obras («Hielo profundo», sobre vidrio, y «Un vistazo sobre el camalotal», sobre acero inoxidable) y, más abajo, dos originales («La ruta del olvido», que va impresa sobre vidrio, y «Un collar de pehuenes», impresa sobre acero).





miércoles, 23 de abril de 2014

Fabiana Barreda, una artista que le huye al vacío

Retomo mi olvidado blog para contarles que un par de meses atrás entrevisté para la revista Nordelta a Fabiana Barreda, una de las artistas más reconocidas y personales del país. Me encantó la charla con ella y me identifiqué muchísimo con su forma de ver el arte. Acá van algunas definiciones suyas:

Yo creo que hacer arte no es hacer una imagen linda, sino que el arte es existencia, tiene que cambiar tu vida, tiene que tener una carga, te obliga a experimentar…

- El arte tiene una función de curación, de transformación, por eso es power… Uno como artista se construye eligiendo, y haciendo pública una nueva forma de subjetividad. Ahí es donde yo incluyo la psicología como imagen. Yo uno la imagen a la emoción.

- No me interesa lo puramente estético, vacío. Busco darle una carga a mis imágenes. A mí me encanta cuando en mis muestras la gente viene a hablarme de lo que les generan mis obras.

- Vengo desarrollando obras con nuevas tecnologías, que sirven para ampliar los sistemas de representación. Hay una marca biográfica y una marca histórica en la obra de un artista. Yo utilizo la foto como medio, porque es lo que me conecta físicamente con el cuerpo del otro, pero la foto es apenas un paso, también utilizo el objeto, el video, la acción…

- Yo quiero que mis imágenes puedan transformar existencialmente a las personas, que quede la posibilidad de que puedan ser mejor subjetivamente… Tengo esa pretensión, no sé si la voy a lograr. Recuperar lo espiritual, el erotismo, el hábitat, el cuerpo, las promesas de amor, la protección… quiero que mis imágenes transmitan eso.


Va también aquí el último párrafo de la nota, fundamental para entender la foto que está abajo: 
Termina de hablar y me muestra un catálogo de su proyecto «Arquitectura del deseo», integrada por muchas obras, una de las cuales fue recientemente adquirida por MALBA-Fundación Costantini. “¿Qué es esto?”, le digo. Ella piensa unos segundos, busca un marcador negro de punta fina y toma mi mano izquierda: “¿Cómo era la casa de tus padres, en la que creciste”. Sonrío y le respondo que era grande, porque somos ocho hermanos, y que tenía un molino. Entonces examina las líneas de mi mano, observa un instante y comienza a dibujar: una casita con raíces, un árbol y un molino. Miro la obra en mi mano y vuelvo a sonreír. Me gusta, me hace pensar, me trae recuerdos. Y me lleva a la última pregunta, que Fabiana repite: “¿Por qué creo que alguien compra una obra mía para ver todos los días en su casa? Seguramente porque se convierte en energía para armonizar su vida. Las imágenes generan energía, te cambian la forma de mirar el mundo. Ahí siento que estoy cumpliendo un rol positivo, porque lo estoy ayudando a vivir mejor”. Listo, la nota está terminada. Yo también me voy a casa mejor, con Fabiana Barreda en mi mano. 

Su camino, su elección, me sirven para afirmar mi camino y mi elección.