Meses atrás, cuando decidí comenzar a exhibir mi trabajo con la cámara, me planteé el tema y empecé a pensar en variantes, no simplemente como una forma de hacer algo distinto, sino para reforzar la potencia, la estética y el mensaje de cada imagen.
Inicialmente probé con dos materiales muy diferentes: el vidrio y el acero inoxidable esmerilado. Con el primero buscaba transparencia y profundidad; con el segundo, textura. Para ambos soportes seleccioné las fotos que creí más apropiadas para cada uno.
La primera impresión cuando vi el vidrio no fue la que buscaba: le faltaba, justamente, profundidad. No me convencía, y fui buscando algún complemento. Entonces apoyé el vidrio sobre un espejo, y ahí encontré lo que estaba buscando. Las fotos impresas sobre vidrio eran tres, dos del frente del glaciar Perito Moreno y una de la porción media de la ruta 40, en el norte de Neuquén. Las dos primeras tienen la forma, el color, la profundidad y hasta la sensación de frío del milenario hielo patagónico; la segunda, invita a meterse en una ruta que hace una curva y enfila hacia un destino desconocido... como la vida.
El acero inoxidable, en tanto, regala una textura increíble, dada por el brillo del material y las pequeñas líneas horizontales del esmerilado. Imprimí dos fotos sobre este soporte: un camalotal en el parque nacional Río Pilcomayo, en Formosa, y un bosque de araucarias sobre un cerro amesetado en Villa Pehuenia, Neuquén.
Tanto con el vidrio como con el acero, es imposible plasmar en una foto lo que la obra transmite en vivo. Por eso, aquí subo dos fotos de las obras («Hielo profundo», sobre vidrio, y «Un vistazo sobre el camalotal», sobre acero inoxidable) y, más abajo, dos originales («La ruta del olvido», que va impresa sobre vidrio, y «Un collar de pehuenes», impresa sobre acero).